
Fotografía
facilitada por el archivo de Manuel Francisco Reina de un dibujo y
un manuscrito de Federico García Lorca que contiene el poema titulado
‘El romance de Juan Ramírez de Lucas (el rubio de Albacete)’. / Efe
El 19 de agosto se cumplirán los ochenta años en que Federico García Lorca
fue asesinado en una saca en los alrededores de Viznar, en Granada.
Desde los primeros instantes de su asesinato, García Lorca se convirtió
en símbolo de la barbarie de la represión franquista, del mismo modo que
el bombardeo de Guernica pero con la salvedad de que la destrucción de
la ciudad vasca pronto se transmutó en un símbolo universal contra la
sinrazón de la guerra, trascendiendo el suceso mismo de la guerra civil.
Convertir a un poeta
español en símbolo tiene algo de arriesgado ya que el conocimiento que
se tenía de la cultura española no se correspondía con la importancia
que se otorgaba a la guerra civil. Sólo así cabe entender que un crítico
tan reputado como Cyril Connolly se refiriera a Lorca y a su
obra en términos de poemas de la guerra civil, cuando nuestro poeta no
escribió una sola línea que no fuera antes del estallido de la misma. De
ahí que mientras crecía en importancia como símbolo, sobre todo después
de la postguerra mundial, su obra siguiera siendo una desconocida fuera
del ámbito del español. Pero desde el libro fundamental de Marcelle Auclair, Vida y muerte de García Lorca,
todo cambió y a partir de los setenta el legado lorquiano, lleno de
tópicos y lugares comunes, se fue aclarando hasta llegar al día de hoy
donde parece que tanto la vida y obra de García Lorca es tomada con
justa fidelidad a lo que realmente fue.
Cartel
de la presentación del libro ‘Una brisa que viene dormida por las
ramas’, el pasado 21 de junio en Madrid. / veronicaaranda.blogspot.com
La historiografía británica es famosa por su método y forma de enfocar el pasado. Ian Gibson
ha sido, gracias a esa tradición, el gran estudioso del legado del
poeta granadino y debido a su famosa biografía, un referente mundial
para los estudios lorquianos. No es de extrañar, por tanto, que cada vez
que surge un homenaje al poeta, allí esté Gibson, que también se animó a
estudiar a los amigos de Lorca, Buñuel, Dalí... constituyendo
para el biógrafo irlandés la Santísima Trinidad de la Edad de Plata de
la cultura española, y, así, en el bello libro que bajo el título de Una brisa que viene dormida por las ramas, publicado recientemente en Aurea y que reúne, bajo la coordinación de Miguel Losada,
poemas de poetas de medio mundo y de todo pelaje y condición, la
colaboración de Gibson destaque como autoridad lorquiana indiscutible.
Son muchos los homenajes
que se están preparando para celebrar ese ochenta aniversario,
celebración un tanto paliada por coincidir en plenas vacaciones y, en
donde destaca de manera un tanto inquietante, el que a estas alturas aún
no se sepa a ciencia cierta el lugar donde se enterró al poeta.
Situación un tanto curiosa que ha llevado a especulaciones sin fin y tan
variadas y extravagantes que la familia Lorca, en boca de Laura, su sobrina, decidiera dar hace tiempo por finalizado el asunto y centrarse en la Fundación García Lorca
de Granada, que se inauguró sin el legado del poeta, la familia se negó
a ceder éste a la Fundación, está en la Residencia de Estudiantes
madrileña, hasta que se despeje el contencioso que ésta mantiene desde
que presentó una querella contra el secretario de la Fundación, Juan Tomás Martín, por falsedad documental y apropiación indebida.
De estas celebraciones, las de forma de libro tienen la ventaja de ser permanentes. Hemos citado la recopilación Una brisa que viene dormida por las ramas, que recoge un verso de Lorca, como uno de los mejores publicados en estos momentos: no es para menos ya que recoge poemas de Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Louis Aragon, Caballero Bonald, Allen Ginsberg, el gran representante de la Beat Generation y que veneraba a Lorca, Ted Hughes, el gran poeta británico que se casó con Sylvia Plath, Leonard Cohen, a quien se debe la musicación de Poeta en Nueva York, Paco Nieva, Antonio Gamoneda, Antonio Colinas, Ana Rosetti, Luis Antonio de Villena, Vicente Molina Foix e Ian Gibson, donde se aportan documentos inéditos, como la carta que García Lorca dirigió a Luis Cernuda, o el romance escrito en el dorso de un recibo de la Academia Orad, donde estudiaba Juan Ramírez de Lucas, “el rubio de Albacete”, que fue el último amor del poeta y del que el estudioso italiano Gabriele Morelli escribe un hermoso texto en este libro sobre esta última relación sentimental.

Portada del libro ‘Lorca en Buenos Aires’. / Fórcola Ediciones
El libro se cierra con unas
muy justas palabras de Ian Gibson sobre Lorca, palabras sentidas y muy
extrovertidas para un anglosajón; no olvidemos, sin embargo, que Gibson
es irlandés, cuando afirma que el asesinato de Lorca ha hecho de éste el
desaparecido más llorado y famoso del mundo entero porque se ha
convertido en un símbolo de todas las víctimas inocentes de la guerra.
El libro destaca por el cuidado con el que está hecho, pero hay otros. De todos ellos cabría dar cuenta del ensayo-novela de Reina Roffé, Lorca en Buenos Aires,
que ha publicado Fórcola Ediciones, y que es una recreación exhaustiva
del ambiente que rodeó a Lorca cuando visitó la capital argentina en
octubre de 1933 y donde pasó seis meses. En el libro aparece la gran
cultura en español del siglo, de una manera u otra: desde Borges, a quien no cayó nada bien Lorca y discutió con él acusándole de ser “un andaluz profesional”, a Onetti pasando por Alfonso Reyes, Pablo Neruda, Alfonsina Storni, Lola Membrives, Norah Lange, Victoria Ocampo, con referencias a Carlitos Gardel, incluso, en fin, Roberto Arlt...
Libros para rendir homenaje
justo a García Lorca, de quien se cumplen ochenta años de su ominoso
asesinato. Y mientras la tumba donde yace permanece opaca, oscura…
Fuente: www.cuartopoder.com