Carl Sagan: La primera gran virtud del hombre fue la la duda, y el primer gran defecto la fe.
martes, 7 de junio de 2016
Todo a punto para escudriñar la historia del universo
“Es un día muy especial en un proyecto que arrancó hace 12 años. Hemos demostrado que es
posible construir un observatorio de ondas gravitacionales en el espacio con el que podremos obtener información sin precedentes sobre la historia del universo”,
aseguraba a Big Vang Miquel Nofrarias, investigador del grupo de
astronomía gravitacional LISA del Institut de Ciències de l’Espai
(IEEC-CSIC), poco antes de que comenzara la rueda de prensa de
presentación de los primeros resultados de la
misión LISA Pathfinder
, de la Agencia Espacial Europea (ESA). La misión, pionera, arrancó en 2004 y tenía como objetivo probar la
tecnología clave necesaria para poder montar un laboratorio en el
espacio con el que registrar las ondas gravitatorias
, las oscilaciones en el espacio-tiempo predichas por Albert Einstein hace 100 años.
Estas ondas se mueven a la velocidad de la luz y están generadas por
fenómenos astronómicos poderosos, como las explosiones de supernovas o
la fusión de dos agujeros negros. “Son un mensajero sin intermediarios. Nos permiten acceder a aquella
información que nos llega de la gravedad, que rige en definitiva el
universo a gran escala”, destacaba Nofraria. LISA Pathfinder fue lanzada al espacio en diciembre de 2015,
comenzaba los primeros experimentos científicos en marzo y tan solo dos
meses después ha demostrado que puede ser una herramienta
revolucionaria para comprender el universo, tal como recoge la revista Physical Review Letters, en la que se publican los primeros resultados. Un aspecto crucial de la misión era la colocación de dos masas de prueba en caída libre,
dos cubos de oro y de platino idénticos, de 2 kg de peso y 46 mm de
alto separados por tan solo 38 cm. Y el seguimiento de sus posiciones
relativas cuando se mueven debido al efecto único de la gravedad, lo que
resulta sumamente complicado porque se ven sometidas a diversas
fuerzas, como el viento solar y la presión de la luz del sol, que las
afectan. Los científicos al cargo de la misión han logrado demostrar que esas
dos masas de prueba flotan libremente, sin ser perturbadas por ninguna
fuerza externa y con una precisión cinco veces mayor que el
requerimiento original de la misión. “Hemos demostrado que tenemos la capacidad para llevar a cabo un
programa científico totalmente revolucionario”, afirmaba exultante en
una entrevista a Big Vang Carlos F Sopuerta, investigador principal del
Grupo de Astronomía Gravitacional-LISA del IEEC-CSIC.
Representación artística del LISA Pathfinder en el espacio. (Esa/atg Medialab/handout)
Con participación del IEEC-CSIC El Grupo de astronomía gravitacional-LISA del IEEC-CSIC ha
desempeñado un papel clave en esta misión. Se ha encargado, por una
parte, de diseñar los sistemas de datos, el ordenador a bordo de la nave
(Unidad de gestión de datos, DMU) que controla los experimentos
científicos, recibe los datos y envía instrucciones a otros
instrumentos, entre otros. También, y en colaboración con la Universitat Politècnica de
Catalunya y el Institut de Física d’Altes Energies, han diseñado e
implementado el sistema diagnóstico, compuesto por sensores de altísima
precisión y estabilidad que permiten analizar el efecto del cambio de
temperatura, de los campos magnéticos en las masas de prueba. “Comenzamos a colaborar con la misión LISA, en representación
española, en 2004. Además de los instrumentos que hemos diseñado, hemos
programado también pequeñas perturbaciones, variaciones controladas del
campo magnético para ver cómo las masas en caída libre reaccionaban y
así entender mejor los procesos que pueden alterarlas”, indicaba
Sopuerta. Desde que comenzó la fase de puesta a punto de la nave, en enero de
2016, los investigadores del IEEC-CSIC han realizado un seguimiento a
diario y en tiempo real de las pruebas y experimentos. “Era muy
emocionante porque enviábamos una orden que le llegaba a la sonda en 5
segundos y recibíamos respuesta en 10 segundos”, recuerda Nofraria. Con la precisión alcanzada por LISA Pathfinder, un observatorio
espacial de ondas gravitatorias a gran escala sería capaz de detectar
las oscilaciones causadas por las fusiones de agujeros negros
supermasivos en galaxias de cualquier lugar del universo”, afirmaba en
una nota de prensa de la ESA Karsten Danzmann, director del Instituto
Max Planck de Física Gravitacional y coinvestigador principal del LISA
Technology Package (LTP).
Ondas gravitatorias Las ondas gravitatorias
se detectaron por primera en septiembre de 2015
, mediante el detector terrestre LIGO. Entonces, se trató de
una señal procedente de dos agujeros negros, cada uno con una masa
aproximada de 30 veces la del Sol, girando en espiral uno hacia el otro,
en los últimos 0.3 segundos antes de que se fusionaran para crear un
agujero negro único más masivo. Sin embargo, las ondas gravitatorias que se pueden registrar desde
detectores como LIGO son limitadas. “La señal que detectó LIGO duraba
aproximadamente 300 milisegundos. En cambio, la que pretendemos detectar
con el observatorio en el espacio podría durar horas o meses”, explica
Nofraria. La diferencia entre un experimento y otro es que el
laboratorio espacial no se centrará en evento instantáneos, sino en
procesos mucho más largos, en los que hay involucradas masas de mayor
magnitud. “En LIGO, los dos agujeros negros tenían una masa cada uno de 30
masas solares. Nosotros esperamos detectar objetos de millones de masas
solares. No veremos dos agujeros negros colisionando sino galaxias enteras”, asegura Nofraria. La diferencia entre LIGO y un instrumento como LISA Pathfinder es
comparable a la que existe entre los telescopios ópticos, que permiten
explorar la luz visible, la que vemos con nuestros ojos; y los de radio,
que permiten detectar ondas electromagnéticas, que arrojan información
sobre procesos de estrellas y galaxias que no proporcionan las
mediciones ópticas. Para Sopuerta, éste es, sin duda, un año muy especial para la física.
Tanto LIGO como LISA se empezaron a gestar a nivel teórico a finales de
los años 70, cuando se empezó a hablar de usar láser e interferometría
para detectar estas ondas gravitatorias. En 1992 se empezó a construir
LIGO y LISA, en el 2000. “Es fascinante que proyectos que han tardado
décadas en implementarse hayan ido a coincidir en presentar resultados
en un mismo año. Está claro que es el año de las ondas gravitatorias”, considera este astrofísico. El siguiente paso será continuar realizando “experimentos más
arriesgados y ambiciosos”, en palabras de Sopuerta. Y ya se ha empezado a
plantear la misión L3 de la ESA, esto es la llamada tercera misión de
clase grande (L3) del programa de visión cósmica de la ESA, que
trabajará para desarrollar el diseño definitivo de la misión, que está
prevista que se lance aproximadamente en 2030.
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